UNA ESTRATEGIA PARA DERROCAR AL GOBIERNO DE VENEZUELA
Las recientes elecciones en Venezuela y victoria de su Presidente, Nicolás Maduro, vuelven a situarnos en un escenario abierto que apunta claramente a una estrategia fuerte, de acoso y derribo, para revertir no solo a sus autoridades sino también su legalidad interna.
La alta abstención, en torno al 53.9% (un 32% más alta que la de las últimas presidenciales) sumada a la pérdida de más de dos millones de votos del Presidente ganador, con respecto a la última victoria de Hugo Chávez (poco antes de morir), han permitido que los EE.UU, la UE y el denominado Grupo de Lima hayan optado definitivamente por una estrategia agresiva, basada en en un rápido “no reconocimiento” de la legitimidad de las elecciones y por lo tanto del candidato electo.
A pocas horas del anuncio de los resultados 23 ex-mandatarios (21 latinoamericanos y 2 españoles) hicieron público un duro comunicado llamando al desconocimiento de las elecciones, a endurecer las sanciones y medidas económicas en contra del país sudamericano y a que Venezuela sea suspendida de la Organización de Estados Americanos. Así mismo los ex-presidentes piden que se reduzcan al mínimo las relaciones diplomáticas con el ejecutivo de Caracas, y que las autoridades venezolanas sean acusadas ante el Tribunal Penal Internacional, por supuestos “crímenes de lesa humanidad”.
Como si todo estuviese preparado, acordado y cronometrado poco después el Grupo de Lima, integrado por 13 países de la región más Canadá, hizo público su no reconocimiento de los resultados, su intención de reducir los niveles de relaciones diplomáticas (llamando a consulta a sus embajadores en Caracas), a lo que sumaron la presentación de una declaración de condena a Venezuela en la OEA (Organización de Estados Americanos), así como su intención de coordinar acciones para que le sean negados créditos y financiamientos al ejecutivo venezolano en los organismos económicos regionales e internacionales.
Por su parte el Gobierno de los EE.UU anunciaba, simultáneamente, su desconocimiento de las elecciones y hacía públicas nuevas medidas de castigo financiero que incluyen congelar activos y los pagos por importación del petróleo venezolano. Mientras la responsable de política exteriores de la UE, Federica Mogherini expresó que los comicios “no cumplieron con las garantías necesarias” y que estudian “medidas adecuadas”.
Paralelamente, al interior del país, el principal candidato de la oposición, Henry Falcón, optó por desconocer los resultados una hora antes de hacerse públicos, y fue apoyado inesperadamente por uno de los 5 miembros del Consejo Nacional Electoral, mientras que las delegaciones de observadores internacionales avalaban que los comicios habían cumplido todos los estándares.
Por su parte la oposición abstencionista dándose cuenta, demasiado tarde, de que podía haber optado realmente por la presidencia si se hubiese presentado, ponía encima de la mesa una exigencia: que se realicen elecciones presidenciales de nuevo en 6 meses. Un plazo de tiempo que conviene subrayar en rojo pues parece fijado para intentar derrocar al Gobierno, mediante una rebelión ciudadana o en su defecto por una intervención externa, inducida mediante una situación de desabastecimiento extremo, como posible argumento de “intervención humanitaria”. Sin olvidar también la hipótesis de un posible conflicto violento en la larga y conflictiva frontera que comparten Venezuela y Colombia, dos países que en estos momentos mantienen un fuerte intercambio de acusaciones y des-calificaciones mutuas.
Desde el lado del chavismo resulta evidente que tanto los resultados electorales como las citadas acciones externas obligan a realizar una rápida e intensa reflexión política, para implementar seguidamente medidas urgentes y eficientes, a corto plazo, en aspectos cotidianos como el trabajo político y social con sus bases, la lucha contra la corrupción o el urgente aseguramiento regular de mercancías básicas a precios asequibles, entre otros. Es decir articular urgentemente acciones políticas que permitan recuperar en lo interno apoyos sociales e individuales perdidos.
Uno de terrenos más delicado de la actual situación, y de su evolución , con mucha seguridad se situará en lo que se refiere a la lealtad y apoyo de las Fuerzas Armadas, que hasta ahora han mostrado un estricto apoyo a la Constitución y al mantenimiento de la legalidad. Una lealtad imprescindible en esta situación para poder garantizar además de la capacidad de defensa nacional la gobernabilidad interna.
En el terreno de lo internacional el Gobierno de Nicolás Maduro cuenta con el apoyo incondicional de una parte de la izquierda continental e internacional, y de los países del ALBA (Cuba, Nicaragua, Bolivia y dos pequeños países del Caribe), al que hay que sumar un segundo círculo de países neutros y moderados, siempre partidarios de salidas negociadas y dialogadas, que en estos momentos tienen poco espacio y recorrido, dado el áspero tono de la confrontación. En este segundo círculo podríamos situar a países como El Salvador, República Dominicana, Uruguay o Ecuador.
Sin embargo la correlación de fuerzas en la región no es ni favorable ni suficiente para garantizar la soberanía del pueblo venezolano, ni un funcionamiento medianamente normal de la economía de exportación-importación venezolana.
Alejados de las costas del Caribe sur, Maduro si puede contar con acuerdos, alianzas, y “relaciones fraternales” con países influyentes como Rusia, China, Irán y Turquía, que pueden ofrecerle cierto blindaje tanto en organismos internacionales como en lo que se refiere a relaciones comerciales normales para garantizar abastecimientos mercantiles y financieros básicos e imprescindibles.
Valga, como ejemplo inmediato, la anunciada llegada al país sudamericano, en estos días, de 385 contenedores con mercancías y vehículos, enviados antes de las elecciones, desde la lejana Turquía. Un apoyo y solidaridad extra-continental que, como influencia y daño “colateral”, colocará a su vez a Venezuela como pieza en pugna de géo-estrategias internacionales.
El reelecto Presidente venezolano, Nicolás Maduro, ya ha hecho un llamado a los candidatos opositores, que se presentaron a las elecciones, a un diálogo nacional que dadas las circunstancias y posicionamientos es realmente improbable.
La batalla por Venezuela ha adquirido ya el carácter de “guerra” abierta.
Un conflicto interno, regional e internacional, donde más allá de las imágenes en blanco y negro van a predominar los claro-oscuros de la modernidad, como pueden ser: la guerra mediática, con sus fake news, el bloqueo económico y material, afectando directamente a toda la población y buscando estallidos sociales y violentos que justifiquen intervenciones extranjeras.
No les quepa duda de que Venezuela va a ser fuente constante de numerosas noticias de todo tipo, en el corto y medio plazo, pues al interior y en torno de ese país sudamericano se desarrolla una pugna abierta, con múltiples aristas.
Sus enormes reservas en hidrocarburos, sumadas a un largo y variado listado de riquezas minerales (tan deseadas por las multinacionales de cualquier procedencia) y enormes extensiones de tierras cultivables infra-utilizadas, son algunas de las razones razones para tanto interés externo y beligerancia interna.
photo: By Government of Venezuela (https://www.youtube.com/watch?v=sXJ3qXny5Aw) [CC BY 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0)], via Wikimedia Commons
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